1/24/2007

Tonterías

Últimamente he hecho un montón de tonterías.
He dicho me gustas a ese chico y he dicho me llegué a pillar por ti a aquel otro. He reído más que nunca sin taparme la boca. He tenido agujetas de bailar. Me he quedado sábados por la noche en casa sin salir. Me he vestido entera de negro. He dicho hoy una cosa y mañana otra sin tomarme muy en serio. He cogido un avión para pasar una noche de fiesta en otra ciudad. Me he cortado el pelo a mi misma. Me he sentido feliz.

Últimamente he sentido que me he hecho mayor.
Que ya no consigo mantener un pie en Nunca Jamás. Que el Conejo Blanco ya corre muy rápido para mí y la Reina de Corazones ya no me da miedo.

Últimamente he preferido quedarme a tomar el té con el Sobrerero, la Liebre y el Lirón, y me he sonreído con el gato de Cheshire, porque como decía la Reina:“¿Hay alguna razón para que el gato de Cheshire no sonría?” y cómo le dijo él a Alicia: “Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca”

1/12/2007

Pequeña historia con moraleja

Ayer soñé que mi novio me dejaba por otra. Un sueño angustioso y bastante triste. Me desperté en medio de la noche y no pude hacer otra cosa que despertarlo a él y preguntarle:

- Pepe, ¿me quieres?

Con voz dormida aún y farfullando me dijo:

- PSimmmmm......

Me recosté en la almohada de nuevo, pensando "Claro que si, tonta"... Pero ese diablillo que a veces nos asalta, me hizo remover inquieta en la cama hasta que me incorporé de nuevo, lo desperté otra vez y pregunté:

- ¿y no hay otra mujer verdad?

Con la misma voz dormida y farfullando otra vez me contesta (santa paciencia, la verdad!!!):

- hummmmmmmnooo...

Recostada otra vez, el puñetero diablo que empezó a atosigarme con otra duda, peor que la primera...

- Pepe... cariño (voz dulce, melosa, satisfecha...) ¿estás enamorado de mi?

Su respuesta, clara y perfectamente audible:

- NO!

Moraleja 1: No preguntes si no quieres saber la respuesta.

Moraleja 2: No le toques los cojones con preguntas idiotas a tu novio a las 3 de la mañana.

1/11/2007

La tiranía de los suegros (III)

Primera parte
Segunda parte

Por fin me daba cuenta que poco a poco me había quedado sin el manejo de mi propio hogar; mi pareja y yo habíamos perdido el control de los tres poderes y habían caído en manos de dos ‘tiranos’.
No se si alguna vez se hará realidad la tan temida profecía, sin embargo, a toda esta circunstancia puedo sacarle algún provecho: en el orden psicológico, puse a prueba mi carácter, aprendí a doblegar mis impulsos 'malignos', logré erradicar tendencias a pretender manipular a mi amado, entre otras cientos de puestas a prueba.
En el orden formal, aprendí a disfrutar de los placeres de la buena comida, de la casa ordenada sin que mi cuerpo se mueva en pos de ello.
Mientras que en el orden moral, aprendí a vivir y dejar vivir, a que mi pareja también tenga la dicha de disfrutar en armonía de sus padres, pero sobre todo, a dejar bien en claro, que los derechos de uno siempre terminan cuando empiezan los de los demás. Por eso, que sus padres vengan cuando quieran y cuantas veces lo deseen, pero mi querido concubino deberá proveerles de un lindo apartamento, donde se sientan confortables y útiles sin atentar contra mi buena voluntad y mi cordura.
Por lo tanto, mi firme propósito para este 2007 será no volver a perder el control… de los símbolos de mi hogar.

Cuando sacan lo peor de ti...

Que conste, soy una persona equilibrada, o eso creo, pero ayer me puse como una energúmena. Dios! Qué manera de perder los nervios… pero de película de miedo… Yo creo que quien me viera pensaría: “Vaya bruja, seguro que se lo come….!!!!”

¡Pero me quedé tan a gusto!.
Afónica, si, pero a gusto!!!!!!!!

Es que me saca de quicio… Qué egoísta, qué insensible… qué malditamente realista a veces. Pero hay días en que yo NO QUIERO realidad. No la quiero. Quiero fantasear, quiero vivir esa vida que no puedo vivir, aunque solo sea un momento. Y hacer planes. Aunque no se realicen nunca, aunque sean complicados… ¿por qué en lugar de apoyarme y buscar una solución juntos siempre me encuentro el “NO PUEDE SER. CON NUESTRA SITUACIÓN NO.”? Ya sé cuál es nuestra situación, y a veces me desborda. Pues hombre, te pido únicamente que lo entiendas, que me prestes el hombro, que sueñes conmigo, que tengas ilusión!!!!

En resumen: bronca. Eso y una pared en medio de la cama, que ayer se podía cortar hielo entre su espalda y la mía. Ahora, a esperar. El pulso de siempre… no le digo nada, él no me dice nada… a ver quién aguanta más. Y yo no puedo estar enfadada más de 5 minutos. En el pronto de ayer, se me fue casi toda la energía… En fin… ¿Cómo enterrar el hacha de guerra?...

Luego lees por ahí “el odio y el enfado es una de las perturbaciones mentales más destructivas”. Odiarlo, no, pero enfadada estoy un rato… hay más: ”Para solucionar el problema debemos reconocer que nos perjudica tanto a nosotros mismos como a los demás, y apreciar los beneficios de tener paciencia con las dificultades”. ¿Quién ha escrito eso? ¿Santa Teresa de Calcuta? Por que una, en frío, reconoce lo que sea, pero en el meollo de la cuestión, a mi me sale lo de explotar, y que me vengan con lo de la paciencia, que en lugar de a uno me como a dos… Ese pronto no lo domino… Ahora bien, doy fe de que perjudica tanto a uno mismo como a los demás: mi noche fantástica se fue al garete. Piufffffffffff!!!!!

La tiranía de los suegros (II)

Primera parte

Así estaban las cosas y mis pensamientos se sucedían en armonía respecto a la simbología profunda que quería instaurar en mi hogar. Aunque debo reconocer que todavía me estaba costando un poco convencer a mi concubino de que ciertas actitudes socavan la libertad de expresión o que otras favorecen a uno de los integrantes en desmedro del otro. Creo sinceramente que estaba logrando instaurar la calma en mi pequeña democracia, cuando sobrevino una revolución en el seno de mi precaria institución.

Vinieron de vacaciones mis suegros a mi casa. Las primeras medidas que se tomaron fueron trasladar mi dormitorio, mi ordenado placard y mi reducido mobiliario a una habitación más pequeña.

A pesar de que al principio opuse algo de resistencia, se ve que no fue suficiente, a unos días de que llegaran estaba trasladando mi ropa interior y mis camisones sexies a mi nuevo placard. Mi último atisbo de resistencia fue cuando reclamé con ahínco conservar mi preciado edredón y mi almohada.

Así fue como perdí el control de mi cama y con ella se fue mi intimidad.

Una vez instalados y bajo el argumento de que nosotros nunca estamos en casa, la billetera con el dinero para las compras quedo bajo la entera supervisión del nuevo gourmet que había en la casa: mi suegro. Quisiera incluir a esta altura que también se puso en evidencia durante esa prolongada estadía que mis aptitudes como cocinera dejaban bastante que desear.

Pero volviendo a mi segunda gran pérdida debo reconocer que en esos días en el refrigerador y en la despensa aparecieron provisiones que nunca se me hubiera ocurrido proveer; sin embargo, mi almuerzo en el trabajo era tan deslucido como unas hojas de lechuga y unos tomates con atún. Aunque por las noches disfrutaba de los manjares que habían sobrado del mediodía y de vez en cuando de algunas delicias elaboradas especialmente para mí. Así fue como se evaporó lentamente de mis manos el control del vil metal, al mismo tiempo que mi amado iba recuperando poco a poco algo de peso.

Pero eso no fue todo, poco a poco mi casa se convirtió en el lugar al que no quería regresar. ¿Para qué? ¿Para escuchar en la televisión el cotilleo de los programas de las 7 de la tarde o para olvidarme de la música que seleccioné con esmero durante más de una década y que utilizo para crearme momentos de deliciosa soledad?

Debo reconocer que muchas veces percibí al regresar cansada del trabajo ese entrañable calor de hogar, una casa plagada de presencias, ordenada y limpia, con olores y sabores. Pero muchas veces el extrañamiento por no poder decidir entre un momento de ocio, de silencio o de voces, se sumó a mi molestia general. Así fue como perdí el control de mi tiempo libre y descubrí a la fuerza que bien luce por la noche la rambla iluminada.

Así estaban las cosas cuando vinieron de visita mis suegros y tan bien la pasaron, tan confortablemente atendidos y mimados estuvieron, que hasta pensaron en la posibilidad de instalarse unos tres meses al año para “atendernos y mimarnos”, tales fueron sus palabras.

Continuará...

1/09/2007

La tiranía de los suegros (I)

Los tres poderes en el hogar para una simétrica democracia

Tres elementos domésticos son los símbolos del poder y del control en el hogar. Quien los posea, será quien comande en lo psicológico y en la práctica los mandos de una casa.

El primero de estos símbolos es la cama. Por supuesto el lugar donde se producen todos los acontecimientos más importantes en la vida: las suaves sábanas acompasan las cálidas noches de placer; cobijan la concepción; es donde se toman las decisiones trascendentes porque meditando con la almohada o con la pareja, se diluyen aquellas disyuntivas que cambiarán los rumbos de nuestras vidas. El lecho es el símbolo del poder sexual, el símbolo donde convergen el deseo, el amor, la procreación, las decisiones que hacen a la pareja. En una palabra, representa el hogar.

Otro de estos símbolos es el dinero: hay quienes prefieren colocarlo antes del lecho en el orden de preferencia, pero yo prefiero que este símbolo no ocupe el lugar más trascendental. Sin embargo, hay que reconocerle que es el que facilita las tareas domésticas, porque nos procura el alimento, el esparcimiento, los medicamentos y muchas otras cosas más. Cuando este dinero se comparte y se coloca en una billetera común, estamos compartiendo los gastos más allá de quien haga el aporte principal, estamos equilibrando el poder por el poder en sí mismo. Porque el dinero es el más vil de los símbolos, el que determina a fin de cuentas quien toma las decisiones, por lo menos, las domésticas.

Por último, el símbolo del ocio, el del esparcimiento, el de la recreación, podemos reducirlo en ese breve comando lleno de botones que hace de algunos de nuestros ratos libres un momento relajante para informarse, entretenerse o simplemente escabullirse. Se trata del mando a distancia del televisor, que si bien no provee felicidad, en muchas ocasiones nos dispensa algunos momentos agradables. Al comando lo rodean también otros bienes materiales que vuelven acogedor nuestro reducto: un sofá en el que acomodarse en nuestros momentos de modorra con una solitaria lectura, los silencios y tantas breves instantáneas que representan nuestro universo femenino. Es el símbolo del ‘resto del día’, ese resto que nos queda para ensimismarnos en nuestros pensamientos, proveernos una novela apasionada, un periódico releído, un zapping apresurado. El resto del día que nos aguarda después de un día agitado.

Cuando esta simbología está bien entendida y los perímetros se colocan oportunamente, no hay peligro de sucumbir o fracasar en el intento por ser iguales, iguales en la cama, iguales en la toma de decisiones, iguales en el derecho a ver televisión o leer el periódico, sumergirnos en un libro, silenciar el tormento de un mal día, malgastar nuestras neuronas con una mala película en momentos afiebrados y cientos de esas intrascendentes circunstancias que forman parte de nuestra cotidianeidad.

Cuando las cosas mantienen su consentido equilibrio no pueden funcionar mal. Como dicen los psicólogos, se conforma una pareja simétrica donde el equilibrio surge de la convivencia pacífica entre pequeños desvaríos, donde los tres poderes simbólicos que unen la pareja, se decantan en una convivencia pacífica de los tres poderes.

Continuará...