6/08/2007

Cajas, cajitas y cajones

Hemos leído, escuchado, hablado y catalogado a nuestros hombres y nuestras relaciones infinidad de veces. Comparas uno con otro, ves lo que se parecía este y aquel que tan diferente de todos resultaba en su día, y cuando más o menos los tienes catalogados y ordenaditos y sabes actuar en las situaciones emocionales que se plantean aparecen nuevos "cajones" que no parecen tener sitio en tu armario. Pero no puedo resistirme ante una caja, cajita, cajón, armario ropero o alacena de cocina sin abrirlo... (es lo que tiene llamarse Pandora).


En una situación ideal tienes tus amigos con derecho a roce y tus historias más o menos complicadas (y más o menos controladas). En esta situación el principal problema al que te puedes enfrentar es con esas relaciones basadas en la amistad. Sí, la amistad entre hombres y mujeres es posible, siempre que el sexo no sea un problema. Y entre que el roce hace el cariño y el cuerpo anhela sexo terminas embarcada en relaciones donde te encuentras a gusto y disfrutas con tranquilidad mientras duran. Porque está situación supongo que mantenida durante demasiado tiempo debe llevar a callejones sin salida, donde alguno de los dos termina queriendo culquier cosa menos lo que tienen. Supongo que lo mejor es que el sexo sea esporádico (sí, si folla bien esto es bastante difícil, pero todo sea por la amistad) y cada uno mantenga sus opciones paralelas y una confianza absoluta para continuar hablando de ex-, presentes, posibles actuales y nuevos objetivos. Porque los amigos se suponen que son para eso no?, para hablar de todo y pasar un buen rato juntos.

Cuando tal como decíamos, todo parece más o menos controlado, de repente llega ese tío que vuelve tu mundo al revés y te complicas tu sola la vida. No sabes qué estas haciendo y no sabes donde reside una atracción tan irracional, tú, que siempre has ido con pies de plomos y grandes dosis de templanza para salir bien parada. O sí que lo sabes, porque te fascina todo de él, y todo... es demasiado: demasiado diferente a ti y demasiadas sensaciones que te desbordan y te hacen actuar de la peor de las maneras para que algo pueda prosperar (¡¡¡porque quieres que prospere!!!) Y aunque llega un punto en el que las cosas están claras y la historia no da para más, estos siempre te follan increíblemente bien. Así que mantienes esos encuentros esporádicos, ya desprovistos de cualquier matiz romántico, pero que atrapada por las cadenas del deseo intentas conseguir también alguna sonrisa, gesto o caricia que te hacen recordar porqué te volvía loca.

Y entonces, cuando te haces el firme proposito de que no se vuelva a repetir, has conseguido más o menos colocar al último en algún sitio del armario y estás recuperando tus amigos y tus aventurillas... llega él. Él no es un amigo, eso ha quedado claro desde el principio, pero no es uno más. No te vuelve de repente loca, no estás pensado en él todo el día; pero poco a poco está presente en todo lo que haces sin darte cuenta. No es extraordinariamente fascinante; es muy diferente a ti pero tremendamente cercano en pequeños detalles. Siempre tenéis algo para hablar, algo de lo que no hablarías en otras circunstancias, pero allí estás, escuchándole con absoluta atención "por qué el alcohol no sube de 96º" o "cómo se reproducen los helechos", y mientras tú contandole media vida sin que parezca hartase. Y aunque te hace sentir super tranquila de repente consigue que te sonrojes con una simple mirada o con un "guapa" que te dice medio dormida tras despertarle sin querer al acomodarte entre sus brazos. Al pasar los días sigues sin sabes dónde colocarle en tu armario, pero no te da miedo continuar descubriendole.

Así que seguiremos abriendo poco a poco esta nueva cajita, que no ha aparecido prometiendo grandes sorpresas y sin embargo transmite una magia intrigante, desconocida y peligrosamente atrayente.




Por cierto, supongo que no lo dudaréis a estas alturas, pero además de estar tan a gusto y todas las anteriores pamplinas, no sabes cómo o qué hace de especial, pero te folla como nadie ;)

6/05/2007

Todos somos animales

No sé cual es tu animal favorito. Ni siquiera me importa demasiado, la verdad. Tampoco sé cual es el mío... Supongo que depende del momento... Lo que sí sé es que, cuando se nos mueve la base, cuando por cualquier razón o irracionalidad, algo de nuestro entorno se tambalea, mordemos. Y no sólo eso: mordemos y nos gusta, nos gusta mucho.

Hace muchos días que le voy dando vueltas a mis principios básicos. No son nada del otro mundo, aunque he tenido mucho cuidado en elegirlos y procuro tener mucho más cuidado aún en conservarlos. Uno de ellos dice que no debería hacer algo a otro que no me gustase que me hicieran. Este principio, que aquí parece elegido al azar, doy fe en que es uno de los más complicados de mantener. Yo lo procuro y debo confesar que no siempre me sale del todo bien. Creo en el respeto; sobre todo en el respeto a la gente que lo merece (al margen de que me gusten o no), pero en especial a aquellas personas a las que aprecio.

Tras unas cuantos años de ir y venir, he llegado a la conclusión de que no quiero crecer a costa de los demás. La vida da muchas vueltas y yo ya he aprendido que lo que uno tiene en la cabeza a menudo no se corresponde con lo que los demás quieren o están dispuestos a ver. Sí. Esta frase hoy va por ti y por ella y por mí también.

Una persona a la que quiero mucho, a menudo me decía eso de que el infierno está lleno de buenas intenciones. Nada me parece más cierto en este instante. Y aquí estoy: antes de mi ducha y después de otro piti a escondidas, dándole vueltas a esta frasecita... Quizás para nada. Porque somos bestias y la supervivencia es mucho más poderosa que los principios y eso también me lo han grabado a fuego, aunque me fastidie.

Y al final no sé si deberá ponerme tan trascendente, porque todos estamos solos. Tan solos como nos permitamos creer y tan cerca o tan lejos de los demás, que a veces nos salimos de nosotros mismos... Entonces cada uno tiene sus pequeños atajos para volver de donde salió, aunque con tanto ir y venir, perderse y reencontrarse, casi es imposible no aparecer en la piel de otro... Y, mira, justo eso me ha ido a pasar precisamente contigo: me he metido lo que he podido en tu piel, en tus reacciones, en tus salidas de tono y en tus complejos, pero no he encontrado mucho... Al menos no he podido descubrir nada que me aporte y -me sabe mal- pero a estas alturas ya tengo gente para reir, para soñar, para fugarme y para torturarme: toda una galería de gente interesante, misteriosa, lunática y no tanto.

Por eso, aunque me gustaría decirte cuánto lo siento y que tú me escucharas o incluso me creyeras, va a ser que no. No, a preguntarme qué coño abré hecho mal hoy para que se ponga esa cara. No, a imaginar qué habrás desayunado para que estés de buenas. No, a echarte un cable. No, a interpretar tus malos modos. No, a reirme de tus gracias cuando a ti te apetece. No, a competir por algo que ni me interesa, ni me llena (y, ojalá me equivoque, pero a ti tampoco te llenará). No, a preocuparme. No, a compartir más allá de la cortesía. No, en definitiva, porque no quiero más.

Todos tenemos algo que vale la pena y tú no eres una excepción. Lo tienes, pero ya no me interesa. No sé si me equivoco o soy injusta... Lo único que sí sé es que, a pesar de las diferencias, para una buena relación de cualquier tipo hay que tener y respetar unos límites que han de ser aceptados. Sé que hay líneas que hay que cuidar mucho de no pisar y otras con las que hay que toparse, que son como hilos de pescar y que no vemos hasta que nos damos con ellas. Cuando esto pasa hay que hablar. Y es difícil hablar sobre las cosas que no nos gustan de nosotros mismos, pero de hablar depende que la relación vaya adelante.

Entonces nos toca comernos la imagen del pegaso alado, blanco y perfecto, para enfrentarnos a cualquier otro bichejo que todos procuramos tener bien escondido, en alguna trastienda, en una jaula de esas de las películas de miedo o debajo de la cama.

Mi mejor amigo, cuando todavía no podíamos serlo, me cogió una vez por banda y me obligó a colocarme en un punto intermedio entre ese ideal y el monstruo. Le odié una temporada por ello, pero acabé amándolo a él y a ese animal fantástico e imposible, hecho de trocitos de todas las bestias que alguna vez fui y que quizás llegaré a ser. Ahora me quiero más y quiero así también a la gente que no niega lo que es, que admite que la caga de vez en cuando y que piensa que los demás, toda la zoología real y imaginaria, no tienen porqué aguantar las neuras de nadie ni los ataques de “yo soy así”; en cualquier caso, aguantan (aguantamos) porque hay algo más que todo eso y porque, sin ninguna explicación, amamos a los demás, se lo merezcan o no, simplemente porque no podemos evitarlo.

No es tu caso. Ni el mío.

Por eso, te deseo buen viaje por esa jungla en la que quieres estar. Yo me quedo aquí, justo en la frontera, y te despido; prefiero mi selva con mis tesoros de aire. Yo no doy ni un paso más para adentrarme donde las cosas se pagan con una moneda que no tengo ni quiero tener. Donde quizás como aquí, todo se compra y se vende, pero nadie se pregunta lo que pierde en el mercadeo.

Te deseo suerte y me la deseo a mí, para poder seguir mi camino tal y como yo lo entiendo, a pesar de todo, a pesar de nosotros.

4/27/2007

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

Poema de la despedida
José Ángel Buesa

2/27/2007

Amistad

Todavía recuerdo la cara de mi padre cuando me espetó aquello de “ya, un amigo con derecho a roce...”. Tenía sólo 12 años y estava descubriendo el sentido de muchas cosas. Recuerdo la curiosidad (pre)adolescente y cómo buscaba sin cesar pistas de ese mundo adulto del que apenas arañaba el significado... No perdí la virginidad hasta los 16, pero confieso que la experimentación con mi cuerpo y con la de cualquiera que quisiera compartirla, absorvía toda mi atención. En esos días no tenía ni la más pálida idea de lo que se avecinaba y no fue hasta muchas risas y lágrimas después, que empecé a entender la variedad de matices de lo que sería “mi” mundo adulto: un planeta en el que más de 15 años después me siento muchas veces una completa alienígena.

Esa frase paterna –generada por sus experiencias y sus miedos, no siempre tan sanos como cabría suponer del semidios que era y sigue, en parte, siendo- me abrió una puerta, que seguro que mi pobre padre quisiera haber mantenido como estaba mucho más tiempo. Hasta ese día, esa “niña” que yo era, había mantenido compartimentos estancos: mi familia, mis amigas, mis amigos y los chicos que nos gustaban a todas las de la escuela. Jamás me pasó por la cabeza asociar mis pueriles fantasías (pre) sexuales a mis amigos. Todo era claro. Sin matices. Y mi padre, deseando precisamente todo lo contrario, me descubrió toda la gama de colores intermedios.

El día siguiente a aquella bronca, busqué un momento para preguntar a esa mezcla de amiga, hermana mayor, confidente y madre que siempre –siempre- tenía respuestas a las preguntas más difíles:

- Mami, ¿qué es un amigo con derecho a roce?- dije expectante, pero como quien no quiere saber...

- Algo más que un amigo. Alguien con quien puedes besarte o acariciarte, pero con el que no vas a compartir tu vida. ¿Tienes alguno, cariño?

- No, qué va...

Ella siguió fregando los platos como si nada. Yo agradecí que mi querida y estupenda mamá fuera tan directa y clara. Sobretodo agradecí que fuera tan distinta a mi padre y me sentí orgullosa de que me hubiera tocado esa mamá y no otra.

Mientras intentaba procesar esa información sin ninguna experiencia que la apoyara, me decidí firmemente a tener muchos amigos con ese derecho (aunque, en mi fuero más interno, me conformaba con tener sólo uno y poder compartir la vivencia con mis mejores amigas).

Al día siguiente, empecé la labor de seleccionar al candidato perfecto. Nunca he sido más naturalmente selectiva, ni he vivido tan de cerca la experiencia primitiva de la fémina en busca de su cazador nómada... Quiero decir que no tenía ningún sentido de la posesión, porque un amigo se tiene que compartir... en especial si es un TAN buen amigo.

En mi colegio, mixto y con los profes progres que entonces estaban de moda, había muchas opciones. Hice una lista de mis candidatos y eliminé cuidadosamente a aquellos que “podían ser algo más” o que “me gustaban mucho”. Lo hice como si me enfrentara a un problema de mates: con toda mi atención y el máximo cuidado. Al fin, quedaron 3 nombres.

El pobre chico (hiba a decir afortunado, pero no) flipaba años después, cuando nos despedimos en el último curso de la básica. Era un cielo, pero su mente todavía estaba en la fase de “odio a las niñas”. Yo le caía bien, porque me peleaba, escalaba muros y ganaba carreras. Todavía no me habían salido las tetas y supongo que me veía, hasta la propuesta, como uno más.

Me acerqué. Le dije que quería hablar con él y a la salida le llevé hasta las escaleras donde los mayores fumaban. Ese día sólo estaban los dos hermanos mayores de otros compis. Me senté y le pregunté si quería ser “mi amigo con derecho a roce”. Le expliqué que tendría que darme besos en la boca, pero que no quería compartir el resto de mi vida con él, porque me gustaban otros chicos.

Dudó unos minutos. Al cabo de lo que me opareció una eternidad, me dijo que “vale” pero que no había dado besos en la boca a ninguna chica. Le dije que yo sólo lo había practicado (en el sentido estricto de poner en práctica) con mi mejor amiga y que le podía enseñar.

Ese fue mi primer beso en los labios.

Fue aburrido.

No entendía qué le encontraban los de las pelis a eso de cerrar la boca, poner los labios encima de los de otra persona y estarse quieto un rato... Prefería jugar, pero estaba contenta de haber conseguido, con el primero de la lista, mi primer amigo con derecho a roce.

Me despegué y me fui corriendo a casa. Piqué al timbre, me abrió mi madre y mientras dejaba caer la mochila del cole, le expliqué que ya había conseguido un amigo de esos...

Todavía siento los pasos acelerados de mi padre y el zarandeo que me dió entre gritos...

Estuve castigada una semana, pero seguí coleccionando y cuidando ese tipo de amistades.

Gracias, papis.

2/21/2007

¡Hoy soy la nueva Marta¡

Mi vida es una mierda, pero ¡hoy soy la nueva Marta!

Me llamo Marta. Mi vida es una basura. ¿Qué digo una basura? Una auténtica y gran mierda. En primer lugar, soy menos que mileurista. Trabajo de lunes a sábado, sin contrato y por una mierda de sueldo, rodeada de tías estupendísimas y para una dictadora absolutamente pirada.

No tengo pareja y no recuerdo la última vez que eché un polvo. (Mentira: he preferido olvidarlo, pero tampoco he podido: el mismo día que mi novio se folló a mi hermana).

No he tenido suerte en la vida. Mi familia es La Pena. Tengo una amiga que no está mal, pero se ha echado novio y suda de mí completamente.

A los 35, comparto piso con 4 veinteañeras taradas, que me amargan la vida, pero es lo que hay: no puedo pagar nada mejor. Como no tengo pasta, no puedo hacer prácticamente nada y hace mil años que no voy a la pelu o me compro ropa. Admito que mi aspecto, aunque muy mejorable, no es del todo malo... pero hay cosas que ya no tienen remedio.

Por todo esto y mil razones más, he decidido que a partir de hoy, voy a inventarme mi vida y sólo voy a ver lo que me dé la gana. Y si no os gusta, os jodeis: hoy ha nacido la nueva Marta.

2/15/2007

Fuck me again, Valentine

Llevo varias semanas pensando en este día.

Quiero sorprenderle como nunca.

He salido del trabajo deseando llegar a casa. Voy a comprar un buen champán y fresas. Las limpio y las meto en el frigo, junto con la botella. Elijo dos copas, las dejo impecables, me desnudo, dispuesta a darme una sesión completa de belleza. Dejo mi reloj cerca para controlar la hora límite: tengo tiempo para una laaaaarga y deliciosa sesión. ¡Va a ser perfecto!

Decido darme un baño. He comprado sales y aceites con olores de esos carísimos de la Occitane, que a él le vuelven loco: lavanda, musk... Durante media hora me froto todo el cuerpo con mi guante exfoliante, resistiendome a la masturbación y pensando en que será mucho mejor retrasar el momento y esperarle. Me lavo el pelo con cuidado, me pongo mi mascarilla. Mmmmmmmmmm...

Estoy súper sexy con el albornoz. Sonrío y ensayo mis caras más cinematográficas en el espejo: me gusta mucho lo que veo y a él todavía le va a gustar más. Derrocho tiempo con la máquina de depilar: casi dos horas para eliminar cualquier rastro de pelo no deseado. Le dedico un “corte de pelo” muy especial y me embadurno en aceite.

Han pasado 3 horas. Me he planchado la melena, aunque hoy llevaré peluca, y me he maquillado a lo Gilda: pestañas larguísimas y boca rojo pasión. Me lo estoy pasando de miedo con el atrezzo, pero aún falta la mejor parte...

Coloco la ropa encima de la cama y dudo un instante sobre cambiar los planes... ¿Será demasiado? A lo peor se asusta... No. Decido seguir adelante: zapatos de 15 cm de tacón atados en el tobillo, rollo bondage; medias de seda con puntilla hasta medio muslo; liguero en la cintura; braguitas blancas tipo brasileño; sujetador wonder en puntilla también blanca y sin tirantes... me estoy excitando cada vez más con lo que veo en el espejo: ¡¡¡Dios, pero qué buenísima que estoy!!!! Ni siquiera pienso en mis piernas paliduchas o en los quilos que todavía no me he quitado desde Navidad... Grrrrrrrrr... Y ahora lo mejor: ¡¡¡el disfraz de enfermera!!! Y, por último, el toque exótico: la peluca.

Me miro. Parezco una mezcla de la asesina rubia de Kill Bill y un putón de Benny Hill, pero ese lado oscuro seguro que le parecerá irresistible. ¿O me he pasado? Parezco un travestí... Va, niña, más confianza: eres un bombonazo y casi es la hora.

Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac...

No llama. No tengo ningún mensaje en el móvil...

Quizás no tenga batería. Claro, está muy bajo de batería. Lo enchufo. Vuelvo a mirar la bandeja de entrada. Nada. Ni un puto sms. Bueno, no voy a ponerme nerviosa, sólo han pasado 10 minutos.

Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac...

Jooooooodeeeeeeeeeerrrrrrrrrrrrrrrrrr...

Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac. Tic tac....

Ha pasado una hora. Primero he estado torturando mi cerebro con los mil imprevistos que podían hacer que se retrase: le han robado la bolsa con el móvil dentro, le han detenido, quizás el ataque de un perro rabioso, una maceta desde un cuarto piso... Todas las posibilidades, incluso la abducción por parte de un ovni toca pelotas.

Mierda de reloj...

La culpabilidad ha dado paso a la rabia y ésta a la autocompasión: “se ha olvidado”, “no me quiere”, “hemos terminado”...

Tic tac...

¡VOY A MATARLE! ¡NO! NADA DE ESO: ME LAS VA A PAGAR... LE VOY A HACER TRAGAR SU PROPIA MEDICINA... (claro que vestida como un zorrón, hasta quizás le guste) BUENO, PUES DA IGUAL: VA A SABER QUIEN SOY YO!!!

“El teléfono móvil está apagado o fuera de cobertura en este momento...”

Mierda.

Mierda, mierda, mierda.

Que le den por el culo. Que le follen a él, al puto San Valentín y a su santa madre. A la mierda. A la mierda también mis ideas estúpidas. Y...

- ¿Te pongo una inyección, guapa?

- Pero, ¿se puede saber qué coño estás mirando, imbécil?

- Pues casi que el tuyo, golosa...

- Me cago en... Eres un cerdo!!!

- Y tú una exibicionista!!! ¿A cuánto la hora?

- Pero... SERÁS CABRÓNAZO!!!

- Y TÚ PUTA, TÍA!!!

- PERO SI ESTOY EN MI CASA!!!

- PUES CIERRA LA CORTINA, QUE ESTÁS PONIENDO A TODO EL VECINDARIO CAHONDO!!! PERO SI QUIERES UN BUEN POLVO, VIVO EN EL D-7, EN EL 5º 4ª!!! EH, QUE ESTOY SOLO!!!!

(...)

La última frase la he oído a pesar del golpe con la puerta del balcón y el ruido de la persiana al caer... Joder, el muy gilipollas sigue diciendo estupideces. Yo me quiero morir. Con mi Murphy, fijo que me lo encuentro mañana en la panadería... ¿Me conocerá con la peluca? Ostia, pero si sabe donde vivo...

Mierda...

Vaya mierda de San Valentín...

(...)

Han pasado dos horas. No sé dónde anda mi peluca. Me he bebido enterita la botella de champán y que me ha costado lo suyo con las burbujas... Tengo el puto “rouge” de labios carcomido y, con la llorera, parezco Alice Cooper con el rímel corrido; pero me encuentro mucho mejor. No pienso quitarme el disfraz. Voy a dormir con él. Sigo estando sexy, aunque menos que antes. Me he masturbado y estoy borracha... He apagado el móvil y estoy escuhando mi canción para emergencias emocionales. Creo que me fumo un cigarrito y me imaginaré un buen rato que House me ha dado un revolcón salvaje...

Risas...

2/14/2007

Sentimientos

Los sentimientos tarde o temprano se demuestran inútiles. La utilidad o no de las cosas no suele importarme, pero esos jodidos gusanos en el estomago pueden escarbar en nuestras más profundas negruras. Y a mi me gusta el sol, la luz, los colores. Prefiero divertirme con los demás y hundirme sola en mis sombras. Así que ya va siendo hora de volver a la tranquilidad, a disfrutar sin barreras mentales y mucho menos sentimentales, de las oportunidades que se presenten. A intentar ganar y mantener buenos amigos y no meterse en relaciones, que por lo que he visto alrededor, suelen terminar mal.

1/24/2007

Tonterías

Últimamente he hecho un montón de tonterías.
He dicho me gustas a ese chico y he dicho me llegué a pillar por ti a aquel otro. He reído más que nunca sin taparme la boca. He tenido agujetas de bailar. Me he quedado sábados por la noche en casa sin salir. Me he vestido entera de negro. He dicho hoy una cosa y mañana otra sin tomarme muy en serio. He cogido un avión para pasar una noche de fiesta en otra ciudad. Me he cortado el pelo a mi misma. Me he sentido feliz.

Últimamente he sentido que me he hecho mayor.
Que ya no consigo mantener un pie en Nunca Jamás. Que el Conejo Blanco ya corre muy rápido para mí y la Reina de Corazones ya no me da miedo.

Últimamente he preferido quedarme a tomar el té con el Sobrerero, la Liebre y el Lirón, y me he sonreído con el gato de Cheshire, porque como decía la Reina:“¿Hay alguna razón para que el gato de Cheshire no sonría?” y cómo le dijo él a Alicia: “Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca”

1/12/2007

Pequeña historia con moraleja

Ayer soñé que mi novio me dejaba por otra. Un sueño angustioso y bastante triste. Me desperté en medio de la noche y no pude hacer otra cosa que despertarlo a él y preguntarle:

- Pepe, ¿me quieres?

Con voz dormida aún y farfullando me dijo:

- PSimmmmm......

Me recosté en la almohada de nuevo, pensando "Claro que si, tonta"... Pero ese diablillo que a veces nos asalta, me hizo remover inquieta en la cama hasta que me incorporé de nuevo, lo desperté otra vez y pregunté:

- ¿y no hay otra mujer verdad?

Con la misma voz dormida y farfullando otra vez me contesta (santa paciencia, la verdad!!!):

- hummmmmmmnooo...

Recostada otra vez, el puñetero diablo que empezó a atosigarme con otra duda, peor que la primera...

- Pepe... cariño (voz dulce, melosa, satisfecha...) ¿estás enamorado de mi?

Su respuesta, clara y perfectamente audible:

- NO!

Moraleja 1: No preguntes si no quieres saber la respuesta.

Moraleja 2: No le toques los cojones con preguntas idiotas a tu novio a las 3 de la mañana.

1/11/2007

La tiranía de los suegros (III)

Primera parte
Segunda parte

Por fin me daba cuenta que poco a poco me había quedado sin el manejo de mi propio hogar; mi pareja y yo habíamos perdido el control de los tres poderes y habían caído en manos de dos ‘tiranos’.
No se si alguna vez se hará realidad la tan temida profecía, sin embargo, a toda esta circunstancia puedo sacarle algún provecho: en el orden psicológico, puse a prueba mi carácter, aprendí a doblegar mis impulsos 'malignos', logré erradicar tendencias a pretender manipular a mi amado, entre otras cientos de puestas a prueba.
En el orden formal, aprendí a disfrutar de los placeres de la buena comida, de la casa ordenada sin que mi cuerpo se mueva en pos de ello.
Mientras que en el orden moral, aprendí a vivir y dejar vivir, a que mi pareja también tenga la dicha de disfrutar en armonía de sus padres, pero sobre todo, a dejar bien en claro, que los derechos de uno siempre terminan cuando empiezan los de los demás. Por eso, que sus padres vengan cuando quieran y cuantas veces lo deseen, pero mi querido concubino deberá proveerles de un lindo apartamento, donde se sientan confortables y útiles sin atentar contra mi buena voluntad y mi cordura.
Por lo tanto, mi firme propósito para este 2007 será no volver a perder el control… de los símbolos de mi hogar.

Cuando sacan lo peor de ti...

Que conste, soy una persona equilibrada, o eso creo, pero ayer me puse como una energúmena. Dios! Qué manera de perder los nervios… pero de película de miedo… Yo creo que quien me viera pensaría: “Vaya bruja, seguro que se lo come….!!!!”

¡Pero me quedé tan a gusto!.
Afónica, si, pero a gusto!!!!!!!!

Es que me saca de quicio… Qué egoísta, qué insensible… qué malditamente realista a veces. Pero hay días en que yo NO QUIERO realidad. No la quiero. Quiero fantasear, quiero vivir esa vida que no puedo vivir, aunque solo sea un momento. Y hacer planes. Aunque no se realicen nunca, aunque sean complicados… ¿por qué en lugar de apoyarme y buscar una solución juntos siempre me encuentro el “NO PUEDE SER. CON NUESTRA SITUACIÓN NO.”? Ya sé cuál es nuestra situación, y a veces me desborda. Pues hombre, te pido únicamente que lo entiendas, que me prestes el hombro, que sueñes conmigo, que tengas ilusión!!!!

En resumen: bronca. Eso y una pared en medio de la cama, que ayer se podía cortar hielo entre su espalda y la mía. Ahora, a esperar. El pulso de siempre… no le digo nada, él no me dice nada… a ver quién aguanta más. Y yo no puedo estar enfadada más de 5 minutos. En el pronto de ayer, se me fue casi toda la energía… En fin… ¿Cómo enterrar el hacha de guerra?...

Luego lees por ahí “el odio y el enfado es una de las perturbaciones mentales más destructivas”. Odiarlo, no, pero enfadada estoy un rato… hay más: ”Para solucionar el problema debemos reconocer que nos perjudica tanto a nosotros mismos como a los demás, y apreciar los beneficios de tener paciencia con las dificultades”. ¿Quién ha escrito eso? ¿Santa Teresa de Calcuta? Por que una, en frío, reconoce lo que sea, pero en el meollo de la cuestión, a mi me sale lo de explotar, y que me vengan con lo de la paciencia, que en lugar de a uno me como a dos… Ese pronto no lo domino… Ahora bien, doy fe de que perjudica tanto a uno mismo como a los demás: mi noche fantástica se fue al garete. Piufffffffffff!!!!!

La tiranía de los suegros (II)

Primera parte

Así estaban las cosas y mis pensamientos se sucedían en armonía respecto a la simbología profunda que quería instaurar en mi hogar. Aunque debo reconocer que todavía me estaba costando un poco convencer a mi concubino de que ciertas actitudes socavan la libertad de expresión o que otras favorecen a uno de los integrantes en desmedro del otro. Creo sinceramente que estaba logrando instaurar la calma en mi pequeña democracia, cuando sobrevino una revolución en el seno de mi precaria institución.

Vinieron de vacaciones mis suegros a mi casa. Las primeras medidas que se tomaron fueron trasladar mi dormitorio, mi ordenado placard y mi reducido mobiliario a una habitación más pequeña.

A pesar de que al principio opuse algo de resistencia, se ve que no fue suficiente, a unos días de que llegaran estaba trasladando mi ropa interior y mis camisones sexies a mi nuevo placard. Mi último atisbo de resistencia fue cuando reclamé con ahínco conservar mi preciado edredón y mi almohada.

Así fue como perdí el control de mi cama y con ella se fue mi intimidad.

Una vez instalados y bajo el argumento de que nosotros nunca estamos en casa, la billetera con el dinero para las compras quedo bajo la entera supervisión del nuevo gourmet que había en la casa: mi suegro. Quisiera incluir a esta altura que también se puso en evidencia durante esa prolongada estadía que mis aptitudes como cocinera dejaban bastante que desear.

Pero volviendo a mi segunda gran pérdida debo reconocer que en esos días en el refrigerador y en la despensa aparecieron provisiones que nunca se me hubiera ocurrido proveer; sin embargo, mi almuerzo en el trabajo era tan deslucido como unas hojas de lechuga y unos tomates con atún. Aunque por las noches disfrutaba de los manjares que habían sobrado del mediodía y de vez en cuando de algunas delicias elaboradas especialmente para mí. Así fue como se evaporó lentamente de mis manos el control del vil metal, al mismo tiempo que mi amado iba recuperando poco a poco algo de peso.

Pero eso no fue todo, poco a poco mi casa se convirtió en el lugar al que no quería regresar. ¿Para qué? ¿Para escuchar en la televisión el cotilleo de los programas de las 7 de la tarde o para olvidarme de la música que seleccioné con esmero durante más de una década y que utilizo para crearme momentos de deliciosa soledad?

Debo reconocer que muchas veces percibí al regresar cansada del trabajo ese entrañable calor de hogar, una casa plagada de presencias, ordenada y limpia, con olores y sabores. Pero muchas veces el extrañamiento por no poder decidir entre un momento de ocio, de silencio o de voces, se sumó a mi molestia general. Así fue como perdí el control de mi tiempo libre y descubrí a la fuerza que bien luce por la noche la rambla iluminada.

Así estaban las cosas cuando vinieron de visita mis suegros y tan bien la pasaron, tan confortablemente atendidos y mimados estuvieron, que hasta pensaron en la posibilidad de instalarse unos tres meses al año para “atendernos y mimarnos”, tales fueron sus palabras.

Continuará...

1/09/2007

La tiranía de los suegros (I)

Los tres poderes en el hogar para una simétrica democracia

Tres elementos domésticos son los símbolos del poder y del control en el hogar. Quien los posea, será quien comande en lo psicológico y en la práctica los mandos de una casa.

El primero de estos símbolos es la cama. Por supuesto el lugar donde se producen todos los acontecimientos más importantes en la vida: las suaves sábanas acompasan las cálidas noches de placer; cobijan la concepción; es donde se toman las decisiones trascendentes porque meditando con la almohada o con la pareja, se diluyen aquellas disyuntivas que cambiarán los rumbos de nuestras vidas. El lecho es el símbolo del poder sexual, el símbolo donde convergen el deseo, el amor, la procreación, las decisiones que hacen a la pareja. En una palabra, representa el hogar.

Otro de estos símbolos es el dinero: hay quienes prefieren colocarlo antes del lecho en el orden de preferencia, pero yo prefiero que este símbolo no ocupe el lugar más trascendental. Sin embargo, hay que reconocerle que es el que facilita las tareas domésticas, porque nos procura el alimento, el esparcimiento, los medicamentos y muchas otras cosas más. Cuando este dinero se comparte y se coloca en una billetera común, estamos compartiendo los gastos más allá de quien haga el aporte principal, estamos equilibrando el poder por el poder en sí mismo. Porque el dinero es el más vil de los símbolos, el que determina a fin de cuentas quien toma las decisiones, por lo menos, las domésticas.

Por último, el símbolo del ocio, el del esparcimiento, el de la recreación, podemos reducirlo en ese breve comando lleno de botones que hace de algunos de nuestros ratos libres un momento relajante para informarse, entretenerse o simplemente escabullirse. Se trata del mando a distancia del televisor, que si bien no provee felicidad, en muchas ocasiones nos dispensa algunos momentos agradables. Al comando lo rodean también otros bienes materiales que vuelven acogedor nuestro reducto: un sofá en el que acomodarse en nuestros momentos de modorra con una solitaria lectura, los silencios y tantas breves instantáneas que representan nuestro universo femenino. Es el símbolo del ‘resto del día’, ese resto que nos queda para ensimismarnos en nuestros pensamientos, proveernos una novela apasionada, un periódico releído, un zapping apresurado. El resto del día que nos aguarda después de un día agitado.

Cuando esta simbología está bien entendida y los perímetros se colocan oportunamente, no hay peligro de sucumbir o fracasar en el intento por ser iguales, iguales en la cama, iguales en la toma de decisiones, iguales en el derecho a ver televisión o leer el periódico, sumergirnos en un libro, silenciar el tormento de un mal día, malgastar nuestras neuronas con una mala película en momentos afiebrados y cientos de esas intrascendentes circunstancias que forman parte de nuestra cotidianeidad.

Cuando las cosas mantienen su consentido equilibrio no pueden funcionar mal. Como dicen los psicólogos, se conforma una pareja simétrica donde el equilibrio surge de la convivencia pacífica entre pequeños desvaríos, donde los tres poderes simbólicos que unen la pareja, se decantan en una convivencia pacífica de los tres poderes.

Continuará...